martes, 1 de noviembre de 2011

Despidos y salarios (II)

En España, para mucha gente, parece que el espíritu pesimista de la Generación del 98 no se fue nunca. A lo mejor las revueltas de principio de siglo acrecentaron el síntoma. Las repercusiones de la Gran Depresión. La contienda civil, qué duda cabe, seguro que ayudó. La ferocidad de las primeras décadas de la dictadura. La emigración, a pesar del desarrollismo de los 60. El postfranquismo y las sucesivas intentonas de golpe de estado. Las crisis o mini-crisis comparadas con la actual de los 80 o los 90. Hasta en el deporte; en España se critica a Carlos Sainz por no seguir ganado campeonatos, a Contador si no se mantiene en la cresta de la ola y así se hará con el Barcelona el día que deje de ser el mejor equipo del mundo. Así hemos llegado a las tertulias del café de hoy donde siempre hay alguien que se le escapa aquello de que España es un país de vagos, aunque nos miremos unos a otros y no veamos a ninguno de esos en la barra del bar que se ocupa y desocupa constantemente aprovechando los pocos minutos de descanso en el tajo. Si acaso es, curiosamente, el vocera de tal afirmación el que se ocupa de la tragaperras de rigor mientras se pasa horas frente a la misma escupiendo toda clase de exabruptos a esos vagos invisibles que solo él ve a su alrededor.

Al final se intenta concluir que en este país el trabajador, además de producir poco, resulta caro a las empresas, por lo que cuesta y lo que se le paga y que la función pública es una ganga. Sería difícil adivinar si esto es obra de también de la industria mediática o simplemente es una cuestión de carácter visto por terceros parejos a la mediocridad pero que, en cualquier caso, la industria verdadera sí que ha sabido utilizar en su favor para concluir en uno de los regímenes salariales más bajos de la UE-15 -los de similar desarrollo-. De ello acabará devengándose la baja calidad de vida de la sociedad española en general en relación a sus vecinos allende de los Pirineos.   

El salario medio en España en 2010 fue de  21.500 euros brutos anuales, ¡¡un 20 % menos que la media de la UE!! Casi la mitad de lo que gana un británico, un holandés o un alemán, teniendo en cuenta que mientras los precios de determinados productos, por ejemplo en Francia o en el R.U. son más altos que en España, en otros casos como Alemania estos se sitúan en un plano similar y en ocasiones por debajo incluso de los españoles. Pero, de cualquier manera y al margen incluso de esto último, hay que tener en cuenta un factor determinante y es que el nivel de prestaciones y servicios sociales que ofrece el estado en cualquier país centroeuropeo –no hablemos ya del fenómeno escandinavo-, es muy superior a los que se ofrecen en España, con lo que este coste añadido, ineludible para las familias españolas, acabará resultando mucho más gravoso para las mismas que en los otros casos. 

Pero además de esto, hay que detallar que dicho salario medio no es más que fruto de la aplicación de una mera fórmula matemática a efectos estadísticos que dista mucho de una realidad que, no solo se aprecia a pie de calle, sino que es la que realmente hay que tener en cuenta para describir el estado real de los asalariados en este país. Y es que, en España, en algunas CC.AA., llega hasta  un 70 % el número de asalariados que solo tiene carácter mileurista, es decir, que tienen un sueldo por debajo de los 1.100 euros mensuales. Mientras que por su parte los directivos, ejecutivos españoles y el beneficio empresarial de las empresas que representan les hace gozar de unos salarios similares e incluso superiores, en muchos casos, a los de sus homólogos de la UE. De hecho los salarios han crecido por debajo de los beneficios de las empresas tanto en los años de bonanza como una vez llegada la crisis aunque, como siempre, la industria mediática se ha encargado de propagar la falsa idea de que, aún con la misma, los salarios y derechos de los trabajadores han seguido in-crescendo sensiblemente. La realidad empírica demuestra que esto no es cierto ya que lo que realmente ha subido ha sido la renta media pero consecuencia del extraordinario volumen de despidos, sobre todo de los trabajadores temporales y no de los indefinidos que son los que más alto coste representa despedir para la empresa y sus sueldos son más altos que los de los temporales.

En España, siempre se ha tendido al despido para compensar la pérdida de beneficios empresariales lo que, en una situación de crisis global y sistémica como la que nos encontramos y con un número de despidos tan altos está agravando aún más la situación al desplomarse el consumo interno, consecuencia de la falta de recursos de las familias desempleadas, llegándose así a un círculo vicioso como el que nos encontramos ahora. Si no hay consumo interno no hay crecimiento y esto es de auténtico sentido común, de ahí la enorme preocupación de Alemania que ha estado creciendo la última década a costa de las exportaciones a los países comunitarios vecinos al carecer de consumo interno propio. Ahora que el consumo también se ha contraído y de forma exagerada entre sus clientes su economía se ha ralentizado sobremanera y vuelve a estar al borde de la recesión. O es el caso de China que anda preocupada por la caída de sus exportaciones, aunque dada la inmensidad  del país y la falta de desarrollo aún en la mayor parte de su geografía, está haciendo que para compensar la misma se esté empezando a mejorar las condiciones de vida en la población para después fomentar su propio consumo interno. Además, por el contrario de Alemania que, a pesar de ser uno de los tres mayores exportadores del mundo, el grueso de dichas exportaciones se quedan Europa, China las dispersa por todo el orbe.

Y en lo que toca al salario mínimo, aún todo se vuelve más dramático y las comparaciones con el resto de la UE-15 son extremas. En España el salario mínimo interprofesional en 2011 se encuentra en 21.39 €/día, es decir 641.40 €/mes, por 14 pagas al año, 4.67 €/hora. En Francia es de 9.00 €/hora –con jornada de 35 h. semanales y no de 40 como en nuestro caso-.  En el Reino Unido, 6.98 €/hora. Sigamos con el siguiente cuadro de Eurostat:


En otros países de la UE no existe un salario mínimo regulado pero sí que, de acuerdo a la estadística pueden establecerse los cálculos sobre el salario mínimo percibido en los mismos. Son los casos, por ejemplo de  Dinamarca 13.83 €/hora, en jornada de 35 horas semanales,  Italia, 5.50 €/hora o Alemania por encima de los 10.00 €/hora.

En el caso de los directivos, especialmente los de las grandes empresas y particularmente los de las entidades financieras, sus retribuciones amén de escandalosas poco o nada tienen que ver en muchos casos con el resultado de la explotación de las mismas.  Son los trabajadores de los peldaños inferiores los que, como siempre tienen más que perder y son los que terminan pagando la mala gestión de quienes les dirigen y mandan. Al final, lo de casi siempre, ellos en cualquier caso seguirán siendo inmensamente ricos y sus asalariados acabaran  soportando el peso del trabajo por un salario cada vez más miserable, cuando no  pasarán a engrosar las, cada vez, más interminables lista del paro. Esto no significa que tenga que ser una premisa ineludible en todos los casos en la correlación directivo-trabajador, pero la ultra-ortodoxia neoliberal nos demuestra que en las últimas décadas ha ido devengando cada vez más en ello y ensanchando, hoy de forma abismal, la distancia entre las partes.

Por último y al margen de cualquier dato estadístico todos podemos recordar que hace 15-20 años, que quien en España ganaba 100 o 120.000 ptas. al mes  –sobre todo en provincias-, gozaba de lo que se le podía llamar un salario digno, mientras los directivos de las grandes compañías andaban entre los 10-20 millones anuales, de aquellas mismas pesetas. Hoy, los que ocupan los puestos de aquellos trabajadores, se mueven mensualmente en el entorno de los 1.000-1.200 € y sin embargo, los que ocupan aquellos mismos cargos directivos se mueven en centenares de miles cuando no en millones de euros al año.  Es decir, mientras los salarios de la clase trabajadora, prácticamente, se han mantenido en la misma línea –a pesar de la época de bonanza-, el de sus superiores se ha multiplicado hasta el infinito.

Ahora nos encontramos en el momento crucial donde todo los derechos y obligaciones que se adquirieron durante las décadas que siguieron a la 2ª. Guerra Mundial, van despreciándose uno tras otro con el único fin de materializar una pequeña élite dominante, erigida para decidir sobre la vida del resto de la humanidad.

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